lunes, 10 de octubre de 2016

PARÁBOLA DEL AGUA


-Había una fuente pequeña e insignificante, que estaba perdida en un bosque. Un día alguien que por allí pasaba, con sed, tiro un cubo y retiro agua, bebió y enseguida se fue. La fuente estuvo tan feliz que se dijo a sí misma:
-¡Como me gustaría poder saciar de sed a los viandantes, ya que soy agua buena!
Y oró a Dios
-¡Ayúdame a saciar La sed!
Dios le dio el poder. La fuente creció y rebosó. Las aves y los animales comenzaron a beberla y ella estuvo muy feliz. La fuente propuso:
-Que bueno es ser útil para matar la sed. Me gustaría pedir a Dios que me llevara más allá de mis límites, para humedecer las raíces de los árboles y correr a cielo abierto.
Vino entonces la lluvia, se desbordó y se volvió en un arroyo. Animales, aves, hombres, niños y plantas se beneficiaron de ella. La fuente hablo:
-¡Dios mío, qué bueno es ser arroyo! ¡Como me gustaría de llegar al mar!
Y Dios hizo llover abundantemente, informando:
-Sigue, porque la fatalidad de los arroyos y de los ríos es alcanzar el delta y alcanzar el mar. ¡Ve!
Y el riachuelo se torno un río, el río aumento las aguas. Pero, en una curva del camino, había un tronco de madera. El rio encontró el primer impedimento. En vez de quejarse, intento pasar por debajo, esquivándolo, mas el tronco de madera le cortaba el paso. El paró, creció y lo transportó tranquilamente.
Adelante, había guijarros de pequeñas piedras que el cargó, y otros elementos cuyo volumen no podía mover. Paró, creció y las transportó, hasta que llego al mar… ¿Comprendiste?
-(Divaldo).- Más o menos.
-Todos nosotros somos fuentes de Dios -dice ella- Y como alguien un día bebió del cántaro que tú cargabas, pediste rebosar, y Dios, que es amor, te atendió. Quisiste atender a los sedientos, y Dios te mandó a los Amigos Espirituales para la tarea. Deseaste crecer, para alcanzar el mar y Dios hizo que Su misericordia te dirigiese en la dirección al océano. Estabas feliz. Ahora, que surgen impedimentos, ¿porque reclamas? No te permitas quejas. Si surge un impedimento en tu camino, calla, crece, transpórtalo, porque tu fatalidad es el mar, si es que quieres alcanzar el océano de la Misericordia Divina. Nunca más lamentes al respecto de nada.
Parábola contada por el espíritu Joanna de Ângelis a Divaldo Franco en un momento de gran angustia del médium.
Rio de Janeiro. Agosto de 2010
Ana Maria Spränger

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