miércoles, 4 de mayo de 2016

NUESTRA MARCHA CONTINUA - Eurípides Barsanulfo

A los compañeros de Ideal. Nuestra marcha continúa y, como siempre, hermanos míos, confirmo la promesa de seguir con vosotros hasta la suprema victoria espiritual. Los años corren incesantemente, la muerte establece apreciables modificaciones, los paisajes se transforman; sin embargo, nuestra confianza en Dios permanece inalterable.
Somos una caravana numerosa al servicio de las realizaciones divinas. Viejos amigos nuestros, oyendo mis palabras, sentirán los ojos humedecidos por la emoción del reencuentro. Para vosotros que aún permanecéis en la Tierra la travesía de los obstáculos parece más dolorosa. Las nostalgias rociadas con lágrimas crecen lozanas al lado de las flores de la esperanza. Los recuerdos permanecen en el alma. Algunos compañeros se estacionaron en el camino, atraídos por los engaños del mundo o vencidos por el desaliento; no fueron pocos los que se desanimaron recelosos de la lucha. Debido a ello, las dificultades se hicieron más duras y la jornada más difícil.
Mas, a nosotros, que hemos sentido y recibido la bendición del Señor en lo más íntimo del alma, no nos será lícito descansar. Nuestras manos continúan enlazadas en la cooperación por el engrandecimiento de la verdad y del bien, y mi añoranza, antes de ser un sufrimiento, es un perfume del Cielo. En el corazón, vibran nuestras antiguas esperanzas, y seguimos continuando, sí, continuamos siempre, en el ideal de la sublime unificación con el Divino Maestro.
Tengamos a nuestros hermanos que aún se conservan frágiles, la ternura del amor que examina y comprende. Las ilusiones pasan como los rumores del viento. Prosigamos así con la verdad marchando hacia la verdad.
Hablándoos en nombre de numerosos compañeros de la Espiritualidad, señalo nuestra alegría por lo mucho que ya realizasteis; no obstante amigos, otras edificaciones nos esperan, demandando nuestro esfuerzo. Es preciso contar con los tropiezos de toda suerte. El obstáculo siempre sirvió para medir la fe, y el espíritu de inferioridad nunca perdonó a los árboles fructíferos. Casi toda la gente deja en paz al arbusto espinoso a fin de atacar a los árboles generosos, que extienden sus ramas cargadas de frutos a los viajeros que pasan hambrientos y fatigados.
La sombra, muchas veces, amenazará aún nuestros esfuerzos, los espinos surgirán inesperadamente en la senda, la incomprensión cruel aparecerá de sorpresa. No obstante, conservemos la pulcritud de nuestro horizonte espiritual, como quien espera las dificultades, convencidos de que la vida real se extiende mucho más allá de los círculos estrechos de la Tierra. Guardando la energía de nuestra unión, dentro de la sublimidad del ideal, tendremos al frente la poderosa antorcha de la fe que remueve montañas. Cuando el desánimo os tiente, intensificad los pasos en el camino de la realización. No esperemos los favores del mundo, cuando el propio Jesús no los tuvo. Muchas veces, la paz en la Tierra, no merece otro nombre que ociosidad. Así, pues, procuremos la paz de Cristo, que excede al entendimiento de las criaturas humanas. Semejante victoria solo podrá ser conquistada a través de las muchas renuncias a los caprichos que amenazan nuestra marcha. No sería justo aguardar las ventajas transitorias del plano material, cuando el trabajo áspero representa aún nuestra necesidad y nuestro galardón.
Jamás os sintáis solos en la lucha. Estamos con vosotros y seguiremos a vuestro lado. La invisibilidad no significa ausencia. El Maestro espera que hagamos del corazón el templo destinado a su Divina Presencia. ¿Se os amplía el mundo de sombras? ¿Se verifican deserciones, sinsabores, tempestades? Continuemos siempre. Atendamos al programa de Cristo. Que nadie permanezca en las venenosas ilusiones de un día.
Desde este Otro Lado de la vida, nosotros os extendemos las manos fraternas. Uniéndonos más intensamente en el trabajo, en vano surgirá la tormenta. Jamás os entreguéis a la duda o al desaliento, porque, a nuestro lado, fluye la fuente eterna de las consolaciones, con el amor de Jesús el Cristo de Dios.
Eurípedes Barsanulfo
[Mensaje psicofónico recibido por Francisco Cândido Xavier].

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