sábado, 25 de abril de 2015

LAS TRES ETAPAS


Desde Freud, las doctrinas psicológicas profundizan la idea de que es preciso cuidar la mente, poner orden en la casa mental para que seamos felices. De hecho, pensamiento ajustado es el camino para que vivamos en paz, aunque conviviendo con problemas y dificultades, dolores y sinsabores.
El Espiritismo nos ayuda en ese particular, ofreciéndonos explicaciones claras y objetivas sobre los porqués de la vida, sociedad, salud… Todo tiene su razón de ser. Familiares difíciles son test de paciencia. Dolencias y limitaciones físicas son válvulas de salida de impurezas espirituales. Dificultades profesionales son desafíos. Todo obedece a mecanismos de causa y efecto, en que cogemos hoy lo que sembramos ayer.
Si no identificamos en esta existencia nada que justifique nuestras dificultades, ciertamente lo habrá en vidas anteriores. De ellas no nos recordamos para evitar una superposición de experiencias capaces de confundirnos y perturbarnos.
En El Evangelio según el Espiritismo, capítulo VIII, ítem 7, Kardec comenta las tres etapas en que podemos situarnos, de acuerdo con el pensamiento. Hay aquellos que ni siquiera concibe la idea del mal. No juzga, no critica, no codicia, no envidia, no se exalta, no se mortifica… Es alguien sintonizado con los ritmos del Universo, Espíritu superior, capaz de solo pensar el Bien, en plena sintonía con las fuentes de la vida. Cuando un Espíritu así reencarna, nunca pasa desapercibido, aunque sin ninguna intención de aparecer, ya que la virtud es una luz imposible de no ser observada.
Decía Mahatma Gandhi, que jamás perdonó a sus adversarios, porque, según él, nada tenía que perdonar, nunca se sintió ofendido: “Nuestra naturaleza esta clausurada al ver solo en mal en el adversario, a atribuirle siempre el mal, e incluso el mal que no existe. El mal que vemos en él depende casi siempre de nuestro modo apresado y mezquino de ver al hombre.”
Madre Teresa de Calcuta, la extraordinaria misionaria del Cristo, cuya vida fue un himno a la bondad, al empeño de servir, decía: “Si usted juzga a las personas, no tiene tiempo para amarlas.” En oración, pedía: “Dios adorado, hazme dar valor a la dignidad de mi más alta vocación de servir y a sus responsabilidades. Jamás permitas que yo la perjudique donando frialdad, falta de delicadeza o impaciencia.” Vemos en el prójimo lo que hay en nosotros.
Espíritus buenos se detienen en el Bien. Espíritus malos ven el Mal. Estos están en otro extremo, en el estado opuesto, según Kardec. Algunos ejemplos:
• El individuo atraído en fantasías eróticas, involucrando respetables mujeres.
• La esposa que cultiva fuerte resentimiento contra el marido que se separó de ella.
• El subordinado que odia a su superior, sonriéndole con los labios, maldiciéndolo con el pensamiento.
• El político que piensa en negocios deshonestos para pagar sus gastos de campaña.
• El hombre común que piensa en ejercitar “mala fe” para sacar ventajas en alguna actividad.
Personas así se fijan tanto en sus devaneos, que acaban influenciadas por Espíritus inferiores que exacerban sus sentimientos y las llevan a un comportamiento comprometedor.
Entre esos dos extremos, en la posición de Kardec, se sitúa el religioso que lleva en serio sus principios y que, no obstante, experimenta ímpetu semejantes a los citados, siempre los combate con vehemencia, trabando intensa lucha intima. No es fácil.
No da para afirmar:
– A partir de ahora, solamente buenos pensamientos tendrán acceso a mi mente.
Dicen los Mentores espirituales que contra las gotas de luz del presente hay océanos tenebrosos del pasado. Y el apóstol Pablo, afirma (Epístola a los Romanos, 7:19): Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.
No hay magia capaz de eliminar de pronto esos aspectos negativos de nuestra personalidad. Es necesario insistir en los buenos propósitos. Dice Jesús (Mateo, 24:13): Pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo.
Entiéndase aquí la salvación no en el sentido escatológico, de destino final, dado que, aunque demande milenios sin cuenta, seremos todos Espíritus puros y perfectos, habilitados a la felicidad en plenitud, en plena armonización con la vida universal. Somos hijos de Dios, que nos creó para la perfección, y allá llegaremos más temprano a mas tarde, ya que esa es Su voluntad soberana, que no falla jamás.
La perseverancia en los buenos propósitos va a salvarnos de nosotros mismos, de nuestras tendencias inferiores, de nuestros malos pensamientos, favoreciendo un caminar más tranquilo y seguro, rumbo a la gloriosa destinación.
Las técnicas de meditación oriental envuelven un entrenamiento de vaciamiento mental para asimilación de las energías cósmicas. Para tanto la persona debe fijarse en un determinado punto, la respiración, por ejemplo, manteniendo pensamiento preso en los movimientos de inspiración y expiración.
Los principiantes sienten dificultad, ya que, como un potro rebelde, el pensamiento se recusa a permanecer aprisionado en los límites de una imagen. La solución es la práctica, la asistencia, la perseverancia…
Lo mismo acontece en relación a la naturaleza de nuestros pensamientos. Tenemos dificultad en sustentar solo el Bien en nuestro universo íntimo. Si perseveramos, lo conseguiremos. Hoy, algunos minutos; mañana un poco más, y siempre más, hasta llegar a conseguirlo. Para ayudarnos en ese propósito, el Evangelio.
Estudiar las lecciones de Jesús en profundidad, de forma que podamos considerar, en la extensión de las horas, ante los pensamientos que surgen:
– ¿Pensaría así Jesús?
Si la respuesta fuese negativa, será oportuno cambiar el pensamiento. En ese propósito, dos recursos maravillosos:
• La oración. Buscar Jesús. Si el pensamiento se desvía, la oración lo traerá de vuelta al buen sentido.
En principio tendremos que llamar a Jesús todo el tiempo, expresando nuestra incapacidad de mantener el pensamiento recto. Con perseverancia, lo llamáramos siempre menos, en la medida en que, superando nuestras manchas mentales, estemos cada vez más cerca de Jesús.
• El Bien. Vivir Jesús. El sacrificio de los intereses personales en favor del prójimo, la marca inconfundible de los discípulos auténticos, es el muro inviolable con la cual cerramos nuestro interior a las incursiones del mal.
Resumiendo, lector amigo, situemos la casa mental como un jardín que deseamos ver adornado de coloridas mariposas, simbolizando la tranquilidad y belleza. El secreto, explica Mario Quintana, no es correr detrás de ellas. Es cuidar del jardín para que ellas vengan hasta nosotros.
Richard Simonetti
Revista “Consolador”
Traducido por Jacob
FUENTE: LUZ ESPIRITUAL

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 El Evangelio según el Espiritismo, capítulo VIII, ítem 7

7. Ese principio, naturalmente nos conduce a esta cuestión: "¿Sufre uno las consecuencias de un mal pensamiento que no se ha ejecutado?

Debemos hacer una distinción importante. A medida que el alma, que está en elcamino del mal, adelanta en la vida espiritual, se instruye y se despoja poco a poco de sus imperfecciones, según su mayor o menor voluntad, en virtud de su libre albedrío.

Todo mal pensamiento, es, pues, resultado de la imperfección del alma, pero según el deseo que ha concebido de puríficarse, ese mal pensamiento viene a ser aún para ella una ocasión de adelantamiento, porque lo rechaza con energía; ese indicio de una mancha que se esfuerza en borrar, si se presenta la ocasión de satisfacer un mal deseo, no cederá, y después que haya resistido, se sentirá más fuerte y alegre por su victoria.

La que, por el contrario, no ha tenido buenas resoluciones, busca la ocasión, y si
no llega a cumplir el acto malo, no es por voluntad, sino porque le ha fal tado ocasión, y
de este modo, es tan culpable como si lo cometiera.


En resumen: en la persona que ni siquiera concibe el pensamiento del mal, el progreso se ha cumplido; en la que tiene este pensamiento, pero que lo rechaza, el progreso está en camino de cumplirse; en aquella, en fin, que tiene ese pensamiento y se complace en el mal, está en todo su vigor; en la una está hecho el trabajo, en la otra está por hacer; Dios, que es justo, toma en cuenta todos esos matices en la responsabilidad de los actos y de los pensamientos del hombre.

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